25/12/21 – El Plan de Prevención de Riesgo Volcánico de Canarias (Pevolca) ha certificado este sábado la finalización de la erupción volcánica de La Palma, que comenzó el pasado 19 de septiembre.
Después de diez días sin actividad, las autoridades científicas de la región han dado por terminada la erupción. “La erupción ha terminado” ha anunciado el portavoz de Gobierno canario, Julio Pérez, que ha precisado que el comité científico da por último día de erupción el lunes 13 de diciembre, la fecha en la que se detuvo la señal de tremor y declinaron todos los parámetros del volcán.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha valorado como “el mejor regalo de Navidad” el veredicto del Pevolca. “Todo mi reconocimiento a los palmeros y palmeras. Seguiremos trabajando juntos y juntas, todas las instituciones, para relanzar la maravillosa isla de La Palma y reparar los daños ocasionados”, ha asegurado a través de Twitter.
El volcán en Cumbre Vieja ha sido “imprevisible” para la comunidad científica, a la que ha sorprendido “la rapidez con la que ha evolucionado”, aunque dentro de esa imprevisibilidad “se han podido anticipar los cambios más reseñables de su comportamiento”.
Así lo atestigua la directora en Canarias del Instituto Geográfico Nacional (IGN), María José Blanco, quien ha ejercido de portavoz del comité científico del Plan de Emergencias Volcánica de Canarias (Pevolca), en alternancia con su colega Carmen López, a lo largo de los casi tres meses que duró el proceso eruptivo.
Blanco señala, en una entrevista con Efe, que la erupción comenzó antes de lo que calculaban los científicos a tenor de la evolución del enjambre sísmico detectado apenas una semana antes bajo La Palma, y recuerda que su finalización “fue también muy abrupta”.
A las 21.00 horas del lunes 13 de diciembre desapareció el tremor volcánico, la vibración producida por el desplazamiento del magma a la superficie, apenas un día después de una fase de gran explosividad. Entre medias, el volcán alternó, como se recogía cada día en el informe que elaboraba el comité científico del Pevolca, fases de mayor o menor actividad. Incluso hubo un parón total durante más de diez horas.
Eso sucedió el 27 de septiembre, ocho días después de que comenzara la erupción, y supuso, según reconoce Blanco, uno de los momentos más delicados de toda la crisis volcánica. Los científicos temieron explosiones mucho más violentas que las que tuvo entonces el volcán para destaponar el conducto entre el subsuelo y el cráter y volver a expulsar lava con gran efusividad.
Tantos y tan rápidos fueron los cambios de comportamiento del volcán, por fases estromboliano, hawaiano e incluso vulcaniano, que no dio pie a celebrar reuniones del comité de crisis más espaciadas en el tiempo.
Los análisis cada 24 horas eran “mínimos e imprescindibles” e, incluso, hubo días que se celebraron dos reuniones ante el rápido avance de las coladas, relata Blanco.
Los palmeros que han perdido todo
“Las fincas que se han perdido se han perdido para siempre. Las casas se pueden volver a reconstruir en un lado u en otro pero las fincas no”, afirma a Efe un agricultor que recuerda que en el volcán de San Juan, en 1949, se pudo traer tierra de otros puntos de la isla y construir bancales sobre los que cultivar plátanos pero ahora, señala, no hay lugares de donde extraer esa tierra necesaria.
Insiste en que se trata de la ruina para muchos agricultores que han perdido sus fincas y asevera que tendrán que buscar otra forma de vida, incluso vinculadas con la agricultura, y ahí, reitera, tienen que estar las ayudas prometidas por las administraciones.
Otro de los testimonios recogidos es de un hombre que hasta ahora se dedicaba al alquiler de viviendas rurales y que señala que costará remontar un negocio hasta ahora muy solicitado por turistas alemanes, pero que en la mayoría son personas mayores “que han cogido mucho miedo tras la erupción”.
odos los testimonios insisten en la necesidad de que las ayudas lleguen lo antes posible tanto de los gobiernos central y de Canarias como de las administraciones locales e insular y, ante la duda de que lleguen pronto, “hay necesidad de reinventarse”. “¿Qué hacemos a partir de ahora? No lo tenemos claro”, afirma una mujer que insiste en que a pesar esta situación no se irán de La Palma. “El palmero no se irá de La Palma”, asevera.